Bajo el antiguo pacto, la ley de Dios gobernaba la vida del pueblo de Israel. Establecía un estándar de santidad que era imposible de alcanzar para los humanos pecadores. Pero con la venida de Jesucristo, todo cambió. Ya no vivimos bajo el dominio de la ley, sino bajo el poder transformador de la gracia.
La Ley: Un Espejo de la Pecaminosidad
La ley de Dios era como un espejo que reflejaba la pecaminosidad del hombre. Al mostrarles sus transgresiones, la ley los condenó y los llevó a la desesperación. Como esclavos del pecado, eran incapaces de cumplir las exigencias de la ley.
“Pero ahora hemos sido liberados de la ley… porque hemos muerto a aquello a lo que estábamos sujetos” (Romanos 7:6).
La Gracia: Libertad del Pecado
La gracia de Dios es un regalo inmerecido que nos libera del dominio del pecado. Nos perdona nuestras transgresiones y nos empodera para vivir en justicia. Al recibir la gracia, ya no somos esclavos del pecado, sino hijos libres de Dios.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres” (Tito 2:11).
La Santificación: Transformación Continua
La libertad de la ley no es una licencia para pecar. Los creyentes están llamados a presentar sus cuerpos como esclavos de la justicia, renunciando a la impureza y la iniquidad. Al hacerlo, experimentan la santificación, un proceso de transformación continuo que los lleva hacia la santidad.
“Así como ustedes se entregaron en esclavitud al pecado, así ahora entréguense como esclavos a la justicia para lograr santificación” (Romanos 6:19).
La Paga del Pecado y el Don de la Vida Eterna
La paga del pecado sigue siendo la muerte, pero por gracia, los creyentes reciben el don de la vida eterna en Jesucristo. La gracia no anula nuestra responsabilidad de vivir en justicia, sino que nos proporciona el poder para hacerlo. Al abrazar la gracia, experimentamos libertad del pecado, transformación en justicia y la esperanza de la vida eterna.
“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23).
Ya no vivimos bajo la ley, sino bajo el poder transformador de la gracia. La gracia nos libera del pecado, nos empodera para vivir en justicia y nos otorga la esperanza de la vida eterna. Al abrazar la gracia, experimentamos verdadera libertad y propósito en nuestra relación con Dios.
Características | Consejos/Puntos Clave |
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Versiones bíblicas disponibles | – Biblia del Jubileo 2000 – Dios habla hoy – Nueva Biblia de las Américas – Nueva Biblia Viva – Nueva Traducción Viviente – Nueva Versión Internacional (castellano e inglés) – La Palabra (española e hispanoamericana) – Reina Valera Actualizada – Reina Valera 1960 – Reina Valera Revisada |
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Preguntas frecuentes sobre “Ya no vivimos bajo la ley”
¿Qué implica estar bajo la gracia en lugar de bajo la ley?
Respuesta: Estar bajo la gracia significa que los creyentes están libres del dominio del pecado y se convierten en esclavos de la justicia. El pecado ya no los controla, sino que están bajo el poder transformador de la gracia.
¿Significa la libertad de la ley una licencia para pecar?
Respuesta: No, la libertad de la ley no es una licencia para pecar. Los creyentes están llamados a presentar sus cuerpos como esclavos de la justicia, renunciando a las impurezas y la iniquidad.
¿Qué es la santificación y cómo se relaciona con la libertad de la ley?
Respuesta: La santificación es un proceso de transformación continuo que lleva a los creyentes hacia la santidad. Como resultado de la libertad del pecado, los creyentes experimentan la santificación al renunciar al pecado y abrazar la justicia.
¿Cuál es el fruto de vivir en libertad del pecado y como siervos de Dios?
Respuesta: El fruto de vivir en libertad del pecado y como siervos de Dios es la santificación, que conduce a la vida eterna.
¿Qué papel juega la gracia en la transformación de los creyentes?
Respuesta: La gracia no anula la responsabilidad de los creyentes de vivir en justicia, sino que les proporciona el poder para hacerlo. Al abrazar la gracia, los creyentes experimentan libertad del pecado y transformación en justicia.